El concepto de Alimentos Funcionales nació en Japón en los años 80. Las autoridades sanitarias japonesas pretendían con su desarrollo controlar los gastos sanitarios generados por la mayor esperanza de vida de la población anciana, garantizando mediante una nutrición correcta una mejor calidad de vida. Es curioso que en el país donde la gente es más longeva por el hecho de comer productos naturales (gran ingesta de frutas y hortalizas y pescado, en vez de carne) se inventen “productos artificiosos” para que la gente viva más y mejor.

¿Pero no habíamos quedado que lo que garantizaba mejor calidad de vida era comer productos naturales?

Esta tendencia, desde entonces, se ha extendido a la mayoría de los países desarrollados inundando las estanterías de los supermercados. Leches con calcio, productos con omega3, con “un no sé qué de la soja” y un largo etcétera.

Esta ha sido una de las estrategias mediante la cual, la industria alimentaria ha reposicionado los productos “de siempre” para venderlos como «nuevos y diferentes» a un precio superior que les permita sobrevivir ante la presión de compra de los grandes minoristas y las marcas de la distribución (MDD).

Utilizando la Línea de Valor Equivalente (V.E.L- Mckinsey), vemos como se ha conseguido que los consumidores perciban que se les otorgaba una nueva prestación (un beneficio) y por tanto, estaban dispuestos a pagar un precio superior por ese artículo.VEL Mckinsey

Es por todos conocido, que los integrantes de la industria alimentaria y los que estamos en el mundo de las frutas y hortalizas en fresco (y de los perecederos en general) libramos una batalla por la cuota de mercado (por el estómago del consumidor) donde, habitualmente, hemos tenido las de perder.

Con el Alimento Funcional, la industria alimentaria dio un pasito más atrapando los atributos (beneficios-prestaciones) beneficiosos para la salud que, hasta ahora, sólo podíamos reclamar como propios, en los frescos.

Pero algo ha empezado a cambiar en los EEUU. Y ya sabemos que cuando algo ocurre allí, hay bastante probabilidad de que termine ocurriendo en Europa. El fenómeno del interés en la tendencia a la “naturalidad de los productos” ha vuelto y daña considerablemente al Alimento Funcional ya que, este, se percibe como artificioso.

Esta tendencia redefine el mapa de posicionamiento que describe la Línea de Valor Equivalente (VEL) del gráfico anterior.

Es decir, que los consumidores perciben “la naturalidad” como una prestación deseada (beneficios) que un producto en cuestión puede proporcionar  y esto define una nueva línea VEL. Al definir una nueva línea VEL, el posicionamiento del producto que actualmente vendes cambia y también cambia tu precio objetivo (posible).

En conclusión, los consumidores están percibiendo valor en aquellos productos que incluyan entre sus atributos la naturalidad. Por este motivo, vamos a encontrar cada vez más productos anunciados y redefinidos como: naturales, mínimamente procesados, del campo a tu mesa (aunque sea una conserva) y otros mensajes parecidos.

Una vez entendido todo esto, la decisión recae en nosotros como consumidores. Pero recuerde que, por ahora, lo único demostrado de verdad, es que en sitios como Japón, la gente vive más y con mejor calidad de vida porque ha comido buenos alimentos naturales desde siempre.