Este es el capítulo final del serial que he dedicado a matizar las supuestas condiciones de competencia perfecta en las que ha de moverse nuestro negocio hortofrutícola. Nos quedan por analizar dos de los criterios del modelo: la libertad de entrada/salida del mercado de compradores/vendedores y la ausencia de intervención pública (ni otras restricciones) al movimiento de precios al alza o a la baja.

En el criterio de la libertad de entrada y salida del mercado de compradores y vendedores hemos de analizar aquellos factores que generan estas barreras de entrada y salida. Como veíamos esto implica la movilidad de bienes y factores de producción. Evidentemente no es lo mismo analizarlo por el lado de compradores que por el de los vendedores.

En el lado de los compradores también hay diversas situaciones en función de si eres agente, mayorista o distribuidor.

En los agentes las barreras de entrada y salida son escasas y el modelo se cumple de manera casi perfecta porque las necesidades de inversión son muy reducidas.

En cambio para mayoristas  y distribuidores, las barreras sí están relacionadas con las inversiones mínimas necesarias que permiten ejercer esta actividad. Es decir, que son industrias de volumen (ver más adelante) y la elevada inversión requerida se convierte en una primera barrera de entrada pero no en la única. La disponibilidad de localización u ubicación puede limitar estas entradas.

En el caso del mayorista la disponibilidad de ubicación en centros logísticos designados para este fin se constituye en una barrera no insalvable pero que dificulta la entrada.

En los distribuidores la disponibilidad de ubicaciones adecuadas para las instalaciones de las tiendas en localización y tamaño, será clave en el desarrollo del negocio.

Por el lado de los vendedores (si los identificamos exclusivamente como productores) los factores clásicos de barrera de entrada (y salida) han sido: tierra, clima y agua. El devenir de los avances tecnológicos y regulatorios ha posibilitado que las limitaciones anteriores se hayan reducido drásticamente.

La disponibilidad de tierra apta para el cultivo se ha aumentado con enmiendas (químicas u orgánicas) de los suelos e incluso con el uso de sustratos inertes (de origen artificial o natural) para muchos cultivos hortícolas.

Las necesidades específicas de clima se han suplido con invernaderos u otras coberturas e infraestructuras más simples que permiten evitar los riesgos climáticos más extremos (como las heladas).

En el agua se ha invertido profusamente para generar grandes infraestructuras de riego para llevar el recurso desde donde está disponible a aquellos lugares donde están los otros dos (Clima y tierra).

También el proceso de globalización y la mejora de los medios de transporte  ha permitido que tierras, cada vez más lejanas del punto de consumo, sean utilizadas para el cultivo hortofrutícola.

Y finalmente todos los anteriores se han beneficiado de los avances biotecnológicos que han permitido trabajar con variedades más resistentes al medio, más productivas (con menor uso del factor tierra medido en factor unitario) y mayor vida útil (mejor comportamiento postcosecha y por tanto, transportable desde más lejos).

La conclusión es que en el negocio hortofrutícola la movilidad de bienes y factores de producción vuelve a estar descompensado según compradores y vendedores. Aunque se constata que con mayor o menor facilidad, este criterio se cumple. Hay posibilidad de entrada y salida de compradores y vendedores pero es bastante más fácil por el lado de los vendedores.

competencia

En cuanto a la intervención pública, es notorio como se han venido desmantelando los diversos instrumentos de intervención en los mercados internacionales debido a los acuerdos de las diversas rondas del GATT dentro del proceso de globalización. Aún existen importantes barreras relacionadas con periodos de ajuste y adaptación al objetivo final de la desregulación. Es notorio como las diferentes medidas de apoyo directo o indirecto (ej: primas a la exportación) han ido disminuyendo o desapareciendo. Aunque también persisten las barreras fitosanitarias y sanitarias que de hecho, se han convertido en una excusa recurrente para frenar el proceso que lleva a la constitución de un libre mercado internacional.

La PAC (Política Agraria Común de la Unión Europea) ha reducido enormemente sus instrumentos de control de mercado en las sucesivas OCMs, cambiando el foco desde el control de precios al equilibrio de cadena o a las políticas de reverdecimiento medioambiental (Greening). De todos es conocido que la OCM de frutas y hortalizas es la más desregulada; y que además todo el proceso de acuerdos bilaterales con distintos exportadores mundiales de frutas y hortalizas, ha creado un, en la práctica, mercado cuasi-libre de intervención pública (referido al control de precios) aunque intervenido en las condiciones de cultivos, estándares de calidad, seguridad y normativas diversas. Tan sólo se ha reservado la herramienta pública de la retirada de producto (pero de uso y dotación presupuestaria parcialmente privada por parte de las OPs) para momentos de crisis de precios y cuyo uso no ha sido ampliamente implementado por las Organizaciones de Productores (las únicas autorizadas) debido a su en general baja representatividad sectorial por producto (ver artículo anterior sobre este tema).

Como conclusión de las últimas 3 entradas del blog: un negocio de definido con el Modelo de la Competencia Perfecta pero, no tanto. En una posterior entrada trataré sobre los gradientes competitivos y plantearé otro modelo teórico que en mi opinión refleja bastante mejor la situación actual del negocio hortofrutícola.