Cumpleaños de mi hija Rebeca.

Su madre y yo, hemos preparado la celebración con la familia, los amigos y los amiguitos de la nena. La mesa se llena de embutidos, snacks, bebidas refrescantes, agua, cerveza, vino, frutos secos, dulces y etc.

David: Rebeca, hija, ¿estás bien? No pareces muy contenta.

Rebeca: Estoy bien Papa.

Me acerco a la cocina donde su madre sigue preparando algunos platos.

David: Mónica (mi mujer), algo le pasa a la “nena”. Se ha sentado en una silla y mira a la mesa todo el rato.

Mónica: Compréndela es pequeña. Es el primer cumpleaños en que hay tanta gente, y gente que no es de la familia. Estará nerviosa…por los regalos.

David: Pues no sé qué decirte, nunca la había visto así.

Empiezan a llegar los invitados.

Mónica: Bienvenidos, por favor pasad.

David: ¡Madre mía! ¿Qué traéis a ahí? No era necesario…birthday

Como podréis suponer, la bienvenida se convierte en un desfile de amigos con regalos. Tantos, que ya da un poco de vergüenza. La niña da las gracias, pero no efusivamente; lo cual, contrasta con su carácter que es más extrovertido y espontáneo. Algo incómodo, le pido que sea más abierta.

David: Hija, estarás contenta con los regalitos y la fiesta.

Rebeca: Sí…gracias a todos. Los regalos son fantásticos.

Mi hija se lleva a mi mujer de la mano, sigilosamente, a una de las habitaciones. Unos segundos más tarde, mi mujer vuelve con la cara demudada.

David: ¿Qué te pasa Mónica?

Mónica: No vas a creer lo que me ha dicho tu hija. Me ha pedido que les pregunte a los invitados si los regalos vienen con “ticket para devolución”.

David: ¿Y eso a qué viene?

Mónica: No tengo ni idea. Dice que es, por si se pueden devolver más adelante.

Acaba la fiesta y empezamos a recoger y limpiar.

David: Rebeca cariño, ayúdanos a mamá y a papá con la limpieza.

Rebeca: Está bien Papá, pero antes he de organizar los regalos.

Los regalos empiezan a acumularse en un rincón perfectamente ordenados y con el papel del envoltorio (casi sin daño) al lado del correspondiente regalo. Ya no puedo más y le pregunto:

David: A ver Rebeca, dime que te ocurre. Te has pasado el cumpleaños callada y quieres devolver los regalos.

Rebeca: Papá, ya sé que soy pequeña, pero me podéis contar las cosas.

David: Pero, ¿qué quieres que te cuente? Eres tú la que debería decirme que te pasa.

Rebeca: Papa, ¿somos pobres? Porque si somos pobres, está bien. No necesitamos tantos regalos. No necesitamos gastar dinero en fiestas. Podemos celebrar los cumpleaños en casa con los abuelos como hasta ahora.

David: Pero hija, ¿por qué piensas que somos pobres?

Rebeca: Es que los refrescos eran “…. COLA”, la cerveza no tenía nombre, el chocolate era “raro”, el pan de molde no estaba blandito, el agua no era de Lanjaron, las aceitunas sabían a pescado y…

Queridos Amigos… En estas Navidades (y después también) consuman marcas y calidades reconocidas (especialmente en frutas y hortalizas, notarán la diferencia).

Si no es por ustedes, háganlo por sus hijos, les aseguro que no nos ahorramos tanto en el cumpleaños. No hace falta ser rico para llevar lo bueno a su mesa. A mí, desde luego, no me vuelve a pasar.