La Navidad son unas fechas de alegría, de reencuentro con la familia. El mensaje de esperanza para un futuro mejor lo impregna todo y por un momento, nos sentimos embargados por un sentimiento de realidad mágica. Nos volvemos un poco niños y llegamos a creer que todo es posible. Y con el fin del año hacemos balance y nos ponemos esas metas inalcanzables que prometemos cumplir.

Hace poco más de un año, mi familia y yo decidimos dar un gran cambio en nuestras vidas. Junto con mi mujer había decidido dejar “el trabajo y la empresa de mi vida” y buscar un nuevo reto profesional. Dejar la cooperativa no iba a ser algo fácil. Dejaba amigos, compañeros y a los agricultores socios de la empresa que tanto habían confiado en mí. ¿Cómo salir sin que se enfadaran? ¿Cómo salir sin que se sintieran traicionados?

Siendo lo anterior difícil, lo más difícil fue encontrar las palabras y el momento para explicárselo a mi Padre. ¿Cómo explicarle que yo abandonaba el gran proyecto de su vida? ¿Cómo decirle que dejaba la empresa que había presidido durante tantos años?

Ya aclaro que las explicaciones a mi padre necesitaron ser mucho más extensas y no porque él me lo pidiera. Me lo pedía el silencio que quedó tras darle la noticia. Me lo pedían sus palabras comprensivas: “Adelante toma tus decisiones y no te preocupes, tu familia está contigo”.

En efecto, mi familia me apoyó. Tras la primera sorpresa y las lógicas preguntas. “Eres respetado, estás bien considerado y estás vinculado emocionalmente y personalmente con la cooperativa ¿Estás seguro que quieres irte?”

Mi mujer, que es mucho más fuerte y valiente que yo, me respaldó sin reservas, aunque había una limitación: “las niñas y yo no nos vamos de España con la única excepción de la posibilidad de volver a Nueva York”. De esta manera, empezamos la búsqueda. Murcia, Valencia, Almería e incluso Huelva fueron alternativas.

Pero todo gran cambio tiene consecuencias. Cuando ya estuvo claro que nos íbamos a Málaga llego el momento de la reunión familiar. Llego el momento de comunicarlo a las niñas. Íbamos en el coche camino de Granada y se lo dijimos.

  • Rebeca y Mónica, tenemos algo que deciros.
  • Sííííí – dijeron con expectación sin saber la noticia que venía.
  • Ya sabéis que he cambiado de trabajo y he estado poco por casa últimamente. Para que nos veamos más necesitamos cambiarnos de ciudad. Hemos de irnos a Málaga.
  • Pero, pero… ¿por qué? ¿y el colegio? ¿y mis amigas? – respondieron casi al unísono.

No sabía que sus lloros podían dolerme tanto. Dejar a sus amiguitas, dejar el mundo que conocían y abandonar todo lo que les gustaba en su ciudad para ir a otro sitio desconocido. Sus lloros desconsolados pero contenidos, sus preguntas y su necesidad de razonar…

  • Pero Daddy (mis hijas me llaman Papi en inglés), ¿Por qué tenemos que irnos? ¿por qué has cambiado de trabajo? ¿Es que no eras feliz? Porque nosotras sí lo éramos.

¿Qué se responde a eso?

No he conseguido responderles nada coherente por ahora. El tiempo va pasando y ellas se han adaptado perfectamente a su nuevo cole, tienen nuevas amigas aunque echan de menos a las que dejaron en Granada y nosotros…nosotros esperamos haber hecho lo correcto.

Profesionalmente, estoy en un proyecto de una dimensión que nunca imaginé estar y personalmente, tenemos la fuerza y la salud para seguir luchando por nuestro sitio en el mundo con honestidad y compromiso.

Os deseo todo lo mejor para el futuro. Feliz Navidad y Próspero Año Nuevo.

PD: En este año que dejamos también hemos de recordar lo perdido… Junto a la pérdida de algún familiar y la dura ausencia de otros, este año, hemos perdido a un buen amigo (Rafa Bueno) que espero que Dios tenga en su gloria y su familia encuentre consuelo. Y también hemos perdido a Manuel Salguero socio refundador de la Cooperativa La Palma y hombre de bien. Descansen en paz. No los olvidamos.