Con motivo del número 1.000 de la Revista Agricultura, a invitación de Jesús Luis López Colmenarejo, director de Editorial Agrícola, he tenido el honor participar como ponente en el evento que conmemoraba tan insigne fecha. También Rubén Villanueva, jefe de prensa de COAG, contó conmigo para contribuir con mis aportaciones a su estupendo artículo de la cuidadísima edición número MIL.conferencia-ea

Su amable petición pasaba “tan sólo” por sacar “la bola de cristal” e imaginar cómo sería la agricultura en el 2050. Lo más honesto hubiera sido decir que no tengo ni idea, pero la sugerencia siguió rondándome la cabeza durante varios días.

Así que empecé a pensar en las veces en las que, yo, había pedido opinión sobre el futuro…

En el verano del 95, me busqué un trabajillo en un trader y reempaquetador de frutas y hortalizas en Holanda. Era una de las mayores empresas del sector en ese momento, y tras un mes trabajando de peón en el almacén pude conocer al director general. Tras una breve conversación, le hice la pregunta de cómo veía que iba a evolucionar el sector en los próximos años. Yo era un ingeniero agrónomo en ciernes y me preocupaba mi futuro profesional más inmediato. Este reputado, inteligente, informado e importante señor me dijo: «en 5 o 10 años sólo existirán de 3 a 5 traders de frutas y hortalizas en fresco en Holanda»… y no es que no acertara, sino que es que ni siquiera se acercó a lo que terminó ocurriendo allá por el 2005.

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Teniendo en cuenta los antecedentes, para poder contestar a mis amigos de Revista Agricultura, he tenido que superar el miedo al ridículo a base de mi afición a fabular. Así que ahí va… Se me ocurren tres «escenarios» (como dicen los modernos): una utopía y dos distopías.

La primera es, obviamente, la utopía y es por la que trabajo todos los días. Hay que afrontar las dificultades que plantea el cambio climático y las enormes y crecientes necesidades humanas de alimentos debido a las previsiones de crecimiento de la población mundial.

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Creo en la inventiva humana y soy muy positivo. Creo que los avances biotecnológicos, organizativos, big data y etc. van a ser capaces de solucionar el problema y que además pondrán a la agricultura en nuevo nivel de apreciación pública.

La contribución a nuestras vidas de la agricultura se hará más presente, pues no solamente hará el milagro de seguir alimentando a una población creciente, sino que además será clave en la lucha contra el cambio climático. Las mejoras de productividad liberarán tierras de cultivo que dedicaremos a usos medioambientales (reforestación, paisajismo).

La agricultura será el sector que provea un empleo más numeroso, de calidad, aspiracional, bien remunerado y prestigioso, que requerirá de amplios conocimientos y dejará de ser eminentemente manual y de pobre capacitación.

Todo lo anterior, provocará un proceso de neoruralización donde amplias capas de la población elegirán vivir en los ámbitos rurales no sólo por el placer del contacto con la naturaleza, sino, también, como el medio de vida más adecuado y con mayor proyección personal.

Primera distopía.

Las soluciones biotecnológicas estarán centradas en desarrollar factorías de alimentos donde los psedo-vegetales se cultivarán en tanques con soluciones nutricionales y la carne en enormes «placas de petri» (descripción reduccionista de la posible tecnología futura).

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Las tierras de cultivo se abandonarán. La agricultura, tal y como la conocemos hoy, desaparecerá. La comida será barata e informe (sin forma reconocible).

La agricultura será un hobbie para los nostálgicos recalcitrantes y urbanitas románticos. Se producirá una neourbanización con emigración masiva a las urbes.

Segunda distopía.

Las soluciones biotécnológicas no han conseguido elevar suficientemente las capacidades productivas del planeta y comienzan las crisis alimentarias. Se producen hambrunas en algunos lugares del planeta.

Los grandes poderes toman posiciones para controlar los recursos. En algunas regiones y países la producción agroalimentaria es nacionalizada y controlada por los poderes estatales.circulo floral

Se empiezan a producir cierres de fronteras para impedir el comercio de alimentos. La población, ante las carencias, se lanza a una vuelta al campo descontrolada y se implanta una agricultura de subsistencia y complementaria. Se instaura el auto-consumo, el trueque y una hiper-ruralización incontrolada. Las personas sin tierra son los nuevos parias.

Creo que, seguramente, el futuro que nos queda por ver (si llegamos al 2050) tendrá ingredientes de todas estas realidades imaginarias. Aunque deseo que lleve más componentes de la visión Utópica. Yo trabajo en el sector con esa ilusión…

PD: Por cierto, me pidieron que, expresamente, respondiera a la pregunta: ¿Cómo será la relación entre las personas que integran la cadena de valor agroalimentaria? Los asistentes al evento ya tuvieron respuesta, pero al resto os lo cuento otro día. O mejor aún, pedid el número MIL de la Revista Agricultura. Ahí está todo explicado por los mejores expertos del sector.