La alimentación está en el centro del debate político en la mayoría de países del mundo. Y por contraste, atronadoramente ausente del debate político de nuestro país.

En países que definen tendencias globales, como EEUU, hay una lucha tremendamente ideologizada que se ha venido a denominar  “The Food Fight” (la lucha alimentaria). De un lado, todo el espectro del autodenominado Food Movement (del que ya hablé en un artículo anterior: Somos lo que comemos) y en el otro, los representantes de la alimentación industrializada.protest

En los países nórdicos, el debate gira en torno a la producción ecológica (Organics) y ha llegado a los parlamentos y gobiernos de Suecia y Dinamarca. Recientemente, en Dinamarca, se ha producido un cambio de gobierno que ha impedido la promulgación de una ley que pretendía convertir al país escandinavo en el primer país “Orgánico del mundo”.

Esto, en cuanto a varios ejemplos de la actualidad del debate en el mundo desarrollado, pero es que, estas dos visiones del mundo alimentario, se repiten a nivel mundial. Incluso en los países en desarrollo, hay un cuestionamiento permanente de la sostenibilidad de las prácticas de la industria alimentaria.

Hay un activismo intelectual en ambos bandos de la lucha alimentaria que sigo con gran interés y que me despierta una mezcla de envidia y admiración (ver artículos de Michael Pollan y Rachel Laudan). Encuentro provechosos los argumentos de uno y otro bando, a la vez que me preocupan las locuras sin fundamento que cada cual esparce.

Y ya sé que el debate político actual es simplificador: de pancarta y slogan. Y ya sé que el debate acaba polarizándose y acabamos todos “en bandos”. Y ya sé que los sesudos análisis no los lee nadie. Pero es que llevamos casi dos campañas seguidas en nuestro país y estos temas no aparecen.

Me cuestiono cuál es el motivo. Creo que a fuerza de evitar temas claves y polémicos en nuestra vida, empobrecemos el debate público. ¿Qué es la democracia sino la confrontación pacífica de varios modelos de entender la vida? ¿Y la comida no está en el centro de nuestras vidas?