Ya sé que estáis esperando a que hable de la situación de pre-desabastecimiento de los mercados europeos de frutas y hortalizas. Habiendo “pisado algún callo”, ya, con el artículo anterior sobre el fin de la Navidad, voy a ver si me explico en plan académico y así queda más formal.

Hubo un tiempo en que la única actividad económica real, era la agricultura. Desde la antigüedad hasta ahora, la agricultura ha perdido peso e importancia en el cómputo global de la economía de un país o región.

En los países desarrollados, la actividad agrícola ha llegado a menos del 3% del PIB y también a menos del 3% de la población activa empleada. Y a pesar de lo anterior, sigue considerada como una actividad de importancia estratégica. Buena prueba de ello son las políticas públicas de apoyo a la agricultura que se practican en la Europa comunitaria y en Norteamérica.

Ya dice el dicho popular que: “con las cosas de comer no se juega”. Se deduce pues, que el componente estratégico y político de controlar y asegurar las fuentes de alimentación de la población (soberanía alimentaria) es la primera gran especificidad histórica de la agricultura.

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Cortesía de J.Miguel Flavian (@jmflavian)

El riesgo productivo debido a la dependencia de condiciones medioambientales, plagas y enfermedades es otra gran especificidad que la alejan de la dinámica productiva de otros sectores.

Los factores productivos son tan diversos y tan poco controlables que su práctica está a medio camino de la ciencia y el arte. Aunque los avances científicos están permitiendo controlar, cada vez más, los factores de producción, la diferencia de riesgo asumido comparado con otros sectores sigue siendo abismal.

La perecibilidad de los productos agrícolas es la tercera gran especificidad. La perecibilidad define la actividad completamente y entre otras cosas: limita el ciclo de venta, aumenta la inversión necesaria en instalaciones para alargar la vida del producto y condiciona el transporte y la distribución.

Todas estas especificidades (y algunas otras) han sido tratadas profusamente en la historia del estudio económico de la agricultura por autores que ya he mencionado en el blog anteriormente (Ley de King, Ley de Turgot, Ley de Engels).

Nos encontramos en un sector supuestamente estratégico pero que ha perdido su importancia relativa en el cómputo global de la economía. Al mismo tiempo, está inmerso de lleno en un proceso de globalización mundial del comercio por delante de muchos sectores industriales que todavía son ampliamente protegidos por los gobiernos nacionales.

Tratamos con la dificultad de gestionar productos perecederos que además tienen grandes riesgos productivos por la relación de los factores de producción con la naturaleza (clima, tierra, agua, etc.). Estos mismos factores de producción son, en muchos casos fijos y difícilmente trasladables.

Y finalmente nuestras tres leyes de referencia anteriores (King, Turgot, Engels) nos dejan claro que habrá que tener en cuenta la inelasticidad de la oferta en el corto plazo, la rigidez de la demanda, las posibles deseconomías de escala por la ley de rendimientos decrecientes y la saturación de las necesidades alimenticias humanas en los países de desarrollados.

Esto ya lo sabíamos pero sólo se nota ahora… cuando el producto empieza a faltar en los lineales. Pues todavía vendrá alguno queriendo hacer una promoción.