Llevo casi todo mi ejercicio profesional ligado al mundo cooperativo agrario y desde hace unos años, recibo continuas invitaciones de los más remotos lugares en el mundo para “dinamizar procesos cooperativos”.

Al principio, me resistía a poner mi experiencia a disposición estos movimientos, pues conozco de primera mano las dificultades que se afrontan. Y también, por qué no decirlo, me parecía más acertado que requirieran los servicios de excelsos expertos españoles en el  cooperativismo, como mis admirados Joaquín Domingo o Andrés Montero.cooperativismo

Y es que las cooperativas agrícolas son organizaciones empresariales peculiares. Son empresas y tienen, claramente, objetivos empresariales; pero son organizaciones democráticas con elecciones periódicas y órganos de participación social. Son empresas donde el proveedor (agricultor) es a la vez dueño (socio). Y esa doble cualidad genera unas dinámicas de gobernanza difíciles de gestionar.

Para sorpresa de muchos, las cooperativas más grandes y más avanzadas no están en sitios remotos con multitud de agricultores pequeños. Allí donde las cooperativas han tenido más éxito, ha sido en países desarrollados con cultura democrática e instituciones sólidas.

Es decir, que las cooperativas han tenido menos éxito allí donde el mensaje “colectivista” era oficial, prioritario u obligatorio. En cambio, se hacen fuertes en aquellos lugares donde la democracia liberal promueve modelos de comportamiento individualistas.

Dos explicaciones:

  1. La presión del modelo individualista genera una reacción de una parte de la sociedad que busca comportamientos más colectivistas y comprometidos en su vida diaria.
  2. La cultura democrática en general, de respeto de las instituciones y de responsabilidad individual tiene una influencia decisiva en el “entrenamiento social” de los futuros miembros de una cooperativa.

Escojan la que más les guste o una combinación de las dos. Este debate académico sobre colectivismo e individualismo ya acumula décadas de polémica de alto nivel intelectual y no lo voy a zanjar yo.

La que más me cuadra a mí, es la segunda. Creo que una cooperativa es como una sociedad en miniatura en la que se dan todas las dinámicas sociales típicas. Una, donde caben el liderazgo, la generosidad, la solidaridad, la igualdad pero también el autoritarismo, la demagogia, el populismo, la corrupción.

Por eso, no me sorprende que una ciudadanía instruida, comprometida con sus instituciones y fuerte cultura de respeto democrático sea capaz de construir las cooperativas más avanzadas.

Por eso, me empieza a preocupar el movimiento cooperativo en España. Porque el progresivo deterioro de las instituciones democráticas de la sociedad en general, la deslegitimación del líder político y la sensación de corrupción generalizada, dificultan la gestación del individuo idóneo para ser socio de una empresa cooperativa.

La cooperativa es una asociación de hombres  y mujeres libres que deciden compartir su futuro. Su éxito depende, en gran parte, de sus cualidades como personas. En palabras de mi admirado Andrés Montero: “la cooperativa irá bien mientras haya más Socios que Sucios”.