Para los seguidores del blog: “una vez más… ¡disculpas!”. El trabajo es muy intenso y me tiene absorbido. Aunque he de reconocer que tenéis algo de razón los que me decís: “David, ahora que el sector anda movilizado, tú vas y te callas”.

Pues sí. Es una constatación triste de autocensura. Veo a otros profesionales publicando opinión y veo cómo les “disparan”, incluso desde su mismo ámbito ideológico o profesional, en cuanto empiezan a matizar los problemas.

No es que me esconda. Llevo publicando abiertamente lo que opino del sector muchos años y no voy a borrar el histórico de artículos de esta web. Más bien, este ejercicio de autocensura, tiene que ver con la reflexión de si puedo añadir algo a un debate público que está abierto en canal.

Para los que tengan curiosidad os hago un recopilatorio de algunos artículos antiguos:

… Y muchos más que podéis consultar en el archivo.

Por mi parte, voy a seguir dónde siempre: “Tratando de entender este negocio y buscando las oportunidades para crear valor”. Estamos, como sector, en una tremenda transformación. Una transformación que, probablemente, afecte a muchos. Pero dentro de eso, lo que no va a cambiar es la esencia del negocio: “trabajo duro, atención al detalle y responsabilidad individual y colectiva”.

Me gustaría acabar el artículo con una historia personal…

Muchos de vosotros ya sabéis de dónde vengo. Y para los que no lo sepan, soy hijo de un pequeño agricultor miembro de una cooperativa del sureste de España. Como he comentado en mis artículos múltiples veces, desde que tengo memoria, siempre he tenido conciencia y consciencia de quien era y a lo que se dedicaban mis padres.

Creciendo, como un niño, no puedo decir que me haya faltado de nada pero, sí que percibía el esfuerzo que se hacía por ganar lo que teníamos. La sobriedad, el ahorro y el agradecimiento feliz de una infancia en la que teníamos menos que la mayoría, pero no importaba.

Mi padre ha sido, y sigue siendo, “una fuerza de la naturaleza”. Siempre positivo, trabajador incansable, hombre hecho así mismo, una inteligencia natural desbordante y felizmente autoexigente. Y no es que lo diga yo por ser su hijo, preguntad por ahí y veréis que me quedo muy corto. Dicho esto, nunca ha sido protector (esa faceta era de mi madre). Creo que en su optimismo desbordante, no terminaba de comprender bien los miedos y ansiedades de los demás.

Pues bien, tendría unos 7 u 8 años y estaba empeñado en comprar un helado. Ya se lo había pedido a mi madre unas cuantas veces esa tarde y mi padre volvía de trabajar en el campo. Preguntó a mi madre por mi rabieta y le contaron lo del helado. Mi padre se dirigió a mí con una seriedad casi académica y me dijo: “¿sabes que el helado que estás pidiendo vale tanto como 5 kilos de lo que he estado recolectando esta tarde ” (para más detalles: los calabacinos estaban a 5 pesetas y el helado costaba 25)… Y así es cómo me hice mayor. Nunca nada fue lo mismo desde esa charla.

Supongo que mi padre lo hizo para enseñarme el valor de las cosas y la infantilidad de mi comportamiento. Y funcionó bastante bien. Aunque también me hizo descarnadamente consciente de que nuestras vidas dependían de lo que el campo y el precio de los productos nos permitieran.

De esto hace 42 años, y aquí seguimos. La “crisis del sector” es una constante en nuestras vidas. Sin embargo, la incertidumbre es lo verdaderamente invariable en nuestro ejercicio profesional. Y a pesar de todo esto, mucha gente nos dedicamos a este negocio apasionadamente.

Eso sí, a los que os venden “futuros felices con soluciones sencillas”, les pediría que pararan bajo amenaza de mandarles a mi padre.