Hace un tiempo, os ofrecí un artículo sobre la relación de la comida con la religión en el que anticipaba un cambio de comportamiento colectivo basado en una nueva conciencia global que adopta características pseudo-religiosas.

Esta secuela es un intento de explicar el fenómeno y anticipar cómo va a influir (ya está influyendo) en los hábitos de compra de los consumidores; y por tanto, en todo negocio del gran consumo alimentario.

Durante el convulso siglo XIX, los intelectuales de la época se preguntaban cómo mantener unida una sociedad que cada vez tenía menos valores comunes. ¿Sería posible la existencia armoniosa de sociedades que no estuvieran articuladas por la creencia en un Dios? ¿Serían viables esas sociedades sin la sólida construcción moral que respalda la religión?

Unos intelectuales predijeron el caos moral y con ello la decadencia y la destrucción de las sociedades; y otros, anticiparon que el hueco dejado por la religión sería ocupado por un nuevo “corpus” de creencias. Después de la dolorosa experiencia de las dos guerras mundiales del siglo XX, podríamos convenir que las dos predicciones se han cumplido.

Las ideologías totalitarias apartaron la idea de Dios y, con ella, toda moralidad fue sustituida por una nueva, modelada por los líderes de turno. Pero una vez superada esta fase, en nuestras sociedades desarrolladas, nos encontramos con la etapa que Nietzsche definió como la del “último hombre”.

Este “último hombre Nietzscheano” es conformista y acomodaticio pues al no tener una moralidad estricta (fruto de la firmeza de la fe) es capaz de comulgar con una cosa y su contraria. Un amigo, al que le daba la tabarra el otro día con este tema, me dijo:

  • ¡Ah sí! Eso es como lo del “hombre blandengue” del Fary. (ver video aquí)

Evidentemente, era una broma pero está bien traído. Los preceptos morales (acertados o no, buenos o malos) son como las almenas de una fortaleza amurallada desde las que nos defendemos de las ideas de otros. Sin ellos, nos dejamos conquistar fácilmente. Y todo deja de ser sólido (esculpido en piedra) para convertirse en líquido. ¿Os suena? (Leed a Zygmunt Bauman y su famosísima modernidad líquida).

Ya os digo que el Fary atribuyó características físicas maleables (blandengue) a los cambios que percibía en su entorno, antes de que se le ocurriera al famoso sociólogo Polaco.

Pero, ¿qué tiene esto que ver con la comida?

En nuestro mundo desarrollado, la religión pierde terreno y es sustituida por una conciencia global universalista que se expresa de diferentes maneras. La salvación de las almas y los cuerpos, tradicional en las religiones, ha sido sustituida por un mensaje de salvación colectivo en el que la comida tiene un papel clave.

Estamos en plena fase de moldeado de este nuevo consumidor y, aun asumiendo que al ser “líquido”, va a continuar cambiando, se empiezan a percibir las señales de cómo va desarrollarse el proceso.

Todo indica que seguimos un proceso de construcción de una nueva religión laica que se apoya en muchas de las características clásicas de las religiones. Una religión que, como todas las anteriores, surge de un pequeño grupo de rebeldes, iluminados, apostatas y/o heréticos. Un grupo que empieza a expandir su mensaje de salvación y conquista manadas de este “último hombre líquido» sin apenas lucha.

Los apóstoles de este nuevo credo se agrupan de manera inconcreta e inconexa (por ahora) en la difusa definición de lo que actualmente se conoce “The Food Movement”. Este “movimiento por la alimentación” es un conglomerado de intereses, movimientos sociales y gurús de muy diversa índole e ideología.

Un grupo heterogéneo que aúna a animalistas, medioambientalistas, ecologistas, foodies y muchos otros; en torno a temas como: los mercados locales de agricultores, el slow food, los organismos genéticamente modificados (OGMs), el bienestar animal, el vegetarianismo, el cambio climático, la soberanía alimentaria, el comercio ético, la seguridad alimentaria, la contaminación, los pesticidas, los productos bio, la sostenibilidad y un largo etc.

Algunas de sus causas son contradictorias; y a menudo, sus diagnósticos y soluciones son incompatibles entre sí. (Ej: Los animalistas exigen que se deje de comer carne; mientras que los defensores del bienestar animal, abogan por dar condiciones de vida satisfactoria a la cabaña animal). Pero lo que, definitivamente, les hace reconocibles como grupo, es su convencimiento de que la actual cadena de suministro y producción de alimentos y su orientación industrial, necesita de cambios drásticos debido a que su coste (social, medioambiental, de salud pública, de bienestar animal y gastronómico) es absolutamente insostenible.

Todos estos movimientos, sitúan el problema en la convicción de la connivencia de las grandes corporaciones alimentarias y los gobiernos. Predican que la búsqueda de alimentos cada vez más baratos (y mayores ganancias) se ha hecho a un alto costo (medioambiental, social, salud… e incluso cultural) que está empezando a visualizarse.

Las diversas crisis alimentarias de los últimos años abonan el terreno para que este discurso vaya calando. Es indudable que todos estos movimientos están teniendo un impacto en la conformación de corrientes de opinión en la sociedad. De tal forma y manera, que se está creando una conciencia colectiva “moralizante” que aspira a cambiar el papel tradicional del consumidor como mero elemento pasivo de la oferta agroindustrial de comida.

Su mensaje resuena entre activistas sociales y grupos de consumidores que son muy activos en la redes sociales. Los libros sobre el tema (como: Fast Food Nation) son superventas. Los documentales (Food Inc) alcanzan récords de distribución y de visualizaciones en Youtube.  Han penetrado con éxito los programas electorales de muy diversas fuerzas políticas (desde derecha a izquierda).

En resumen, esta nueva religión usa todo el arsenal conceptual de las religiones antiguas. Aquí van algunos de estos conceptos:

  • Esoterismo. Uso del esoterismo como un conjunto de conocimientos y prácticas relacionados con la magia, la alquimia, la astrología y materias semejantes, que no se basan en la experimentación científica y cuyo arcano conocimiento es transmitido por un iluminado gurú. (Ver, por ejemplo, como en la agricultura Biodinámica se entierran cuernos de vaca que atraen “rayos cósmicos”)
  • Dogmáticos. Uso del dogma en el sentido de “la verdad revelada”. Aquello que se convierte en verdad más allá de toda prueba científica en contra. Una mentalidad que ha calado en muchas organizaciones Ecologistas que no admiten discusión científica de sus preceptos.
  • Mensaje de Salvación. Esta verdad revelada lleva implícito un mensaje de salvación. En este caso, es un mensaje de salvación colectiva. Hay que salvar el planeta y haciéndolo nos salvamos todos y además sanamos nuestro cuerpo. Recientemente la ONU ha celebrado el día de la MADRE TIERRA (la Pachamama, la diosa totémica de los Incas a la que se le hacían ceremoniales agrícolas y ganaderos). No hay nada más animista que eso.
  • Moralistas. Se crea una moral que divide entre buenos y malos. Puros y pecadores. Aquellos que no creen, están equivocados y ha de afeárseles su comportamiento en todo momento. Esta característica se acelera en la época de las redes sociales donde cualquier comportamiento inmoral puede ser viralizado y el pecador inmediatamente ajusticiado. Incluso se crean certificaciones que incluyen la palabra justicia en su definición: ”Comercio Justo”.
  • Proselitistas. Es necesario que los no-creyentes sean convertidos y los nuevos creyentes se lanzan a la conquista de nuevas almas con la creación de clubs-congregaciones, partidos políticos, grupos de presión, asociaciones, ONGs y etc.
  • Normalizadores. Una vez se llega a un número suficiente de fieles, el siguiente paso es “normalizar” nuestro credo al resto de la sociedad. Y las normas se implantan por imposición legal y/o moral. (En algún país escandinavo han estado discutiendo en su parlamento obligar a todos los agricultores a convertirse a la producción ecológica). Hay que reducir el consumo de carne o ser vegetariano, las hortalizas han de ser ecológicas, de comercio justo, el reciclaje debe ser obligatorio y un largo etc. Hay que salvar el planeta… y también los cuerpos (pero ya, en esta vida). Y para hacerlo, hay que “normalizar” (obligar) los comportamientos (incluyendo la comida) y “pastorear” a los fieles.

Es evidente que este artículo está escrito desde una perspectiva provocadora y también lúdica para alentar el debate. Disculpas si alguno de los miembros de la nueva religión o de las antiguas se siente ofendido o aludido. Pero habremos de constatar que todo lo anterior es de una actualidad innegable si hasta el actual Papa de la Iglesia Católica dedica su primera encíclica Papal al clima y el medioambiente como asunto moral para la Iglesia Católica.

… Y además, no estoy en contra; es más, les auguro un gran éxito. Yo también soy un “hombre blandengue” (Je, je) Aunque no les hago falta; ya tienen todo para ser el nuevo paradigma dominante del consumo en el futuro.