Se llamaba Emilio, pero le llamaban Emilico. (Aclaración: mi pueblo en la costa de Granada es la última frontera de la herencia lingüística del Reino de Aragón de usar las terminaciones “ico” en vez de “ito” para el diminutivo).

Como decía, le llamaban Emilico. Más concretamente: “Emilico el de los mandaos”… que traducido del motrileñismo al castellano normativo actual sería algo así como: “Emilio el de los encargos” (hacer un mandao = hacer un encargo).

Emilico era un hombre relativamente alto, con el típico rostro cuarteado de las gentes de campo y de edad avanzada. No sabría decir si anciano, aunque tampoco podría precisar su edad. Arrastraba una cojera que no le impedía caminar rápido pero que le torcía el gesto.

Creo recordar que Emilico era el típico abuelo de una de las familias que vivía en un piso de mi barrio. Se le veía por allí con los nietos de vez en cuando y le ayudaba a la hija a traer alguna cosa de la tienda.

Supongo que es así como todo comenzó. Emilico, un hombre ya impedido físicamente para trabajar en el campo, ayudaba a la familia en lo que podía. Quizás en uno de esos encargos (“mandaos”) se ofreció a traer algo a la vecina de la hija y así nació en mi pueblo, a principios de los 70, lo que ahora llamamos pomposamente “el negocio del Delivery”.

Me acordé de Emilico mientras leía el artículo del amigo José Miguel Flavián sobre el proyecto de AMAZON de entregas Super Rápidas de Frescos. En el artículo viene una fotografía de una señora vestida rigurosamente de negro haciendo la compra, dentro de un supermercado de Morrisons, para una entrega on-line de Amazon… Y me dije: “¡coñe! Es una Emilica”.

Al igual que la empleada de Amazon, Emilico iba de rigoroso luto (por el fallecimiento de su esposa ni se sabía ya cuándo). Emilico hacía entregas ultrarápidas si hacía falta.

Emilico recibía los pedidos a voces desde los balcones en su paseo mañanero o en pequeñas notas de papel que le traían los chiquillos mientras se fumaba un cigarro sentado en los bancos de la plazuela del barrio.

Emilico iba a las dos únicas tiendas del barrio y repartía las compras una a una. Emilico cuidaba los detalles. La docena de huevos intacta, las verduras y frutas escogidas y primorosamente metidas en la bolsa sin aplastar, la leche sin atisbo de cortarse, los yogures con la fecha más larga, etc.

El modelo de negocio de Emilico se basaba en la propina (“la voluntad”) pero tenía su CMR particular.

Emilico sabía que había señoras que daban poca propina y muchos encargos y, estas, eran su base de trabajo. Si había que decidir servir a alguien, estas, eran las primeras. Emilico también sabía que había que había señoras que daban gran propina pero sólo pedían de vez en cuando; y, a estas, también había que atenderlas.

Por otro lado, Emilico sabía que no había trato especial a las que no le abrieran la puerta pronto o le hicieran perder el tiempo. Emilico también evitaba, al estilo de la zona (con pocas palabras y poca expresividad), tomar mandaos (encargos) de los rácanos con pedidos poco habituales. Y así se corrió la voz de que si querías el servicio “había que portarse”.

Desconozco cómo acaba la historia; nosotros nos mudamos del barrio pero supongo que la vida cambió. Abrieron más supermercados, la gente tuvo menos niños y ancianos que atender y, probablemente, Emilico se jubiló definitivamente.

Me resultan llamativas las similitudes con el nuevo mundo del Delivery. Los esquemas de pagos fijos mensuales (o anuales) independientemente de si usas el servicio. La segmentación de clientes en función de la frecuencia de pedidos o la dificultad (o prioridad) de la entrega. Es decir, que en la vida se puede aprender mucho de los que antes han realizado un actividad igual o similar. A base de cabezazos, seguramente, han llegado a las conclusiones correctas de operativa y rentabilidad.

Me divertía pensando en lo que hubiera dicho Emilico si hubiera conocido esta nueva actividad económica. Incluso me llegue a imaginar una App basada en todo el conocimiento de este buen señor y llamada como no, Emilico. O aún mejor; emulando la llamada de las señoras desde los balcones… ¡Emilicooooooo…!

Por cierto, hace un tiempo se pusieron de moda en los EEUU loar las historias sobre cómo algunos avezados “emilicos” estaban forrándose comprando productos físicamente en Wallmart (o COSTCO) con grandes descuentos durante las promociones y después los revendían ellos mismos en AMAZON (o en eBay o Jet.com) a lo largo del año con buenos márgenes. Ya veis… y seguramente pensarán que han inventado algo.

Un abrazo a todos los abuelos que ahora están encerrados pasándolo mal y de los que tanto nos queda por aprender… ¡Cuidaos mucho!