En un anterior artículo sobre la cadena de valor en el blog, escribía lo siguiente: “Los agricultores y la producción están afrontando una presión sostenida y necesitarán encontrar economías de escala, costes estructurales más bajos o valor añadido.”

Aunque, de hecho, esto viene sucediendo ya, en gran medida. La única predicción coherente, es que el ritmo de este cambio se va a acelerar.

El informe que remitía la Fundación Cajamar recientemente (publicación de mayo del 2015) sobre la horticultura española, nos decía:

“La superficie dedicada al cultivo de hortalizas en España ha disminuido a lo largo de la última década (13,6 %), alcanzando el mínimo en el año 2012… A pesar de la caída de la superficie, la producción de hortalizas en España se ha mantenido a lo largo de la última década ya que apenas ha crecido un 0,6 %.” (El sector hortícola español en 2013. © 2015 de la edición: Cajamar Caja Rural)

El informe no tiene desperdicio porque nos informa detalladamente de la evolución importantísima de la producción hortícola en el territorio español, y esta, es mucho más profunda que los datos que se mencionan anteriormente.

Las tendencias (variación) por regiones/zonas de cultivo son espectaculares (unas pierden mucho y otras ganan mucho); para, al final, dar un panorama de cambio de, tan sólo, una variación del 0.6% en el output final. Gracias, también o precisamente por ello, a que hay aumentos de productividad de los cultivos de más del 20%, que compensan la caída de la superficie cultivada.

La transformación del sector está siendo de gran calado y se hace con una pujanza y diligencia, desde el trabajo diario, que no deja ver fácilmente los cambios, hasta que no agregamos los datos de una década.

Y me atrevo a completar el Informe de Cajamar con una tendencia en el cambio en la estructura de la propiedad (sin datos estadísticos claros para demostrarlo debido a su complejidad de obtención). En general, en la producción agraria protegida (intensiva) española se está dando un fenómeno de crecimiento de la unidad productiva.

Es decir, la parcela o parcelas bajo el control del mismo productor (incluye compras, arrendamientos y medianerías) está creciendo. Lo cual, es una respuesta “de libro” (junto con el aumento de productividad) a la presión que se ha ejercido sobre los márgenes (vía precio y vía costes de producción) en la última década.

“Si con lo que tengo no me llega, he de producir más con más tierra (buscando economías de escala) y además, siendo más eficiente (productividad)”

Desgraciadamente la sentencia es la siguiente: “Los pequeños agricultores desaparecerán.“fired

El futuro de los agricultores con una dimensión reducida es sombrío. No obtienen lo suficiente para vivir. La muerte les sobreviene de manera lenta y dolorosa.

Al no poder actualizar los medios de producción, la obsolescencia les lleva a aún inferiores niveles de competitividad.

También dejan de ser interesantes para empresas de comercialización debido a que el esfuerzo para proveer servicios (técnicos, suministros, etc.) a estas explotaciones deja de aportar suficiente margen y por tanto, acaban en circuitos de comercialización más informales y de dudosa legalidad y esto último, les aboca trabajar «en B» como último colchón de supervivencia.

Este artículo tendrá segunda parte para analizar qué es un agricultor pequeño, mediano y grande en el mundo de la hortofruticultura y cuáles son sus estrategias de supervivencia.