… o quizás comemos lo que somos.

Lo que actualmente se denomina The Food Movement (el movimiento por la alimentación), es un conglomerado de intereses, movimientos sociales y gurús de muy diversa índole e ideología.

Este grupo heterogéneo agrupa a animalistas, medioambientalistas, ecologistas, foodies y muchos otros; en torno a temas como: los mercados locales de agricultores, el slow food, los organismos genéticamente modificados (OGMs), el bienestar animal, el vegetarianismo, el cambio climático, la soberanía alimentaria, el comercio ético, la seguridad alimentaria, la contaminación, los pesticidas, los productos bio, la sostenibilidad y un largo etc.

Algunas de sus causas son contradictorias; y a menudo, sus diagnósticos y soluciones son incompatibles entre sí. (Ej: Los animalistas exigen que se deje de comer carne; mientras que los defensores del bienestar animal, abogan por dar condiciones de vida satisfactoria a la cabaña animal). Pero lo que, definitivamente, les hace reconocibles como grupo, es su convencimiento de que la actual cadena de suministro y producción de alimentos y su orientación industrial, necesita de cambios drásticos debido a que su coste (social, medioambiental, de salud pública, de bienestar animal y gastronómico) es absolutamente insostenible.

Todos estos movimientos, sitúan el problema en la convicción de la connivencia de las grandes corporaciones alimentarias y los gobiernos. Predican que la búsqueda de alimentos cada vez más baratos (y mayores ganancias) se ha hecho a un alto costo (medioambiental, social, salud… e incluso cultural) que está empezando a visualizarse.

Las diversas crisis alimentarias de los últimos años abonan el terreno para que este discurso vaya calando. Como ejemplo sirvan los siguientes:

  • La crisis de las vacas locas (UK. 1986) causada tras alimentar durante décadas a herbívoros con restos de carne de sus propios congéneres.
  • Las muertes de niños (Washinton State, USA. 1993) tras ingerir hamburguesas contaminadas por una bacteria resistente, supuestamente ligada a la práctica ganadera habitual de tratar animales con antibióticos.

Es indudable que todos estos movimientos están teniendo un impacto en la conformación de corrientes de opinión en la sociedad. De tal forma y manera, que se está creando una conciencia colectiva “moralizante” que aspira a cambiar el papel tradicional del consumidor como mero elemento pasivo de la oferta agroindustrial de comida.

Pero, ¿están teniendo éxito? ¿Han conseguido que su mensaje cale en la sociedad?

La respuesta es compleja porque es a la vez: Sí y No.

Su mensaje resuena entre activistas sociales y grupos de consumidores que son muy activos en la redes sociales. Los libros sobre el tema (Fast Food Nation) son superventas. Los documentales (Food Inc) alcanzan récords de distribución y de visualizaciones en Youtube.  Han penetrado con éxito los programas electorales de muy diversas fuerzas políticas (desde derecha a izquierda).

Y sin embargo…hasta el día de hoy, han influido relativamente poco en las decisiones de compra de los consumidores. La venta de productos bio (ecológicos-orgánicos-biodinámicos) no es un porcentaje apreciable del negocio. Los mercados locales (directo de agricultores o circuito corto) son casi inexistentes. La compra de productos de comercio ético es ínfima.

La paradoja es aún más evidente en las habituales encuestas contradictorias. Cuando a los consumidores se les pregunta si están a favor de los productos bio o del bienestar animal en las granjas, casi todos responden que sí. En cambio, si la encuesta pregunta qué es lo que valoran en los alimentos (de manera abierta) el tema de bienestar animal, ni aparece; y los productos bio, son mencionados en porcentajes ridículos.food movement

Para entender realmente qué es lo que está cambiando en los consumidores, es más ilustrativo seguir los movimientos de las grandes corporaciones alimentarias que los resultados de las encuestas de diversa índole que llegan a los medios de comunicación.

Las grandes corporaciones no están optando por suministrarse de productos ecológicos, sino que han lanzado productos que no contienen conservantes ni colorantes artificiales. Es decir, persiguen obtener una imagen de producto saludable y más natural.

Incluso en aquellos países en los que los productos ecológicos están alcanzando grandes cifras de ventas, la preocupación/motivación subyacente no es la sostenibilidad medioambiental sino la salud de los miembros de la familia o más bien, el pánico a que nos estén envenenando (con los pesticidas).

Y todo lo anterior, me lleva a reforzar el mensaje sobre las verdaderas tendencias que definen nuestro negocio ahora, y probablemente, en un futuro cercano. En una entrada anterior de este blog, presentaba Las Tendencias de Consumo de las frutas y hortalizas y las enumeraba en 4 grandes tendencias.

El Precio, la Salud, la Conveniencia y lo Local; parecen, definitivamente, los argumentos que influyen (e influirán) en la decisión de compra de los alimentos por parte de los consumidores. Porque más allá de compromisos éticos, del sentido comunitario y de la buena voluntad con nuestros congéneres y con el mundo, las decisiones de compra son de una intimidad única y reflejan lo que realmente nos interesa.

Así que creo que: “No somos lo que comemos sino que más bien, comemos lo que somos”.