En otros artículos ya me habéis leído referencias al señor Gregory King, pero recapitulemos…

Gregory King (1648 – 1712) fue un economista y estadístico inglés del  SXVII que muestra, por primera vez, y gracias a sus estudios empíricos, la relación directa entre las cosechas y el precio de los cereales.

King postula en su trabajo, Natural and Political Observations and Conclusions upon the State and Condition of England in 1696 (secc. VII), que una escasez del trigo conduce a incrementos más que proporcionales de los precios debido a la rigidez de la demanda (inelasticidad).

Mientras constata la rigidez de la demanda, las cosechas (la oferta) por su parte, muestran una mayor variabilidad debido a variabilidad de los factores de producción (fundamentalmente el clima).

Es decir, que ante una menor cosecha de trigo la población no reacciona comiendo menos. Tan sólo sube el precio ante la escasez. Y cuanta más cantidad de trigo falte, mayor y más desproporcionada será la subida de precios.

Este fue uno de los primeros intentos de medir y entender las crisis de precios de los alimentos que generaban las hambrunas del siglo XVII y anteriores. La constatación empírica de este hecho, también le llevó a atisbar el efecto contrario: las desproporcionadas caídas de precios ante los excedentes de grano generados.

King, nos empieza a hacer entender el mecanismo de la volatilidad de los precios agrícolas y esto fue lo que estudié en economía agraria en la Universidad; pero la lección no la aprendí hasta mucho después.

Y me diréis… ¿qué más había que aprender? Hasta aquí todo parece claro. Todo el mundo entiende intuitivamente que si hay falta de algo, este algo escaso, será más caro.

Pero el tema más difícil de internalizar es el de las elasticidad o inelasticidad de las curvas de oferta y demanda.

De hecho, “el intríngulis de la teoría de King” es que define las curvas de demanda de alimentos como “Rígidas” (Inelásticas) y que esto, dispara los precios ante la escasez. Por tanto, hay un clarísimo “premio de mercado” ante un mercado funcionando en “escasez” (en el corto plazo).

Según podemos ver en el gráfico, debido a esta demanda rígida, inelástica (más vertical, según está pintada), una pequeña disminución de las cantidades disponibles (desplazamiento de la curva de oferta) genera un gran aumento de precios. Y aún más; que a pesar del aumento de precios, los consumidores seguirán demandando el producto y este mantendrá el fuerte efecto.

En un negocio como el agrícola, donde el margen es bajísimo, este efecto es increíblemente bueno para los agricultores. Vendiendo casi las mismas cantidades (un poco menos), el precio aumenta considerablemente, generando básicamente un río de ingresos que, al no modificarse sustancialmente los costes, se convierten en un “río de beneficios”. Tienes de un plumazo lo mejor de todas las situaciones posibles Rotación (Volumen) y Margen.

Desafortunadamente para los agricultores, todo esto sucede en el corto plazo. Es decir, que no dura. Y dura, lo que dura el “shock” que haya provocado la escasez.

Como decía, yo ya lo había estudiado pero me tocó aprenderlo realmente en mis primeros trabajos de comercial hortofrutícola. Recordaba todo esto mientras miraba por la ventana de mi oficina estos días pasados y veía diluviar.

Hace muchos años, era un simple aprendiz de comercial del sector hortofrutícola. Estaba al teléfono con un cliente escandinavo y escuché al Director Comercial decirle enfáticamente a otro cliente: “…pero, ¡vamos a ver! ¿Es que no sabes que está lloviendo?”

Yo corrí a la ventana, miré a través y vi un estupendo día soleado.

Mientras, me seguían llegando los ecos de la conversación de mi Director Comercial en la lejanía:

  • Que sí. Que te lo juro, que está lloviendo. No me lo preguntes más.

De pronto, algo en mi cabeza hizo “click” y me acordé del señor King.

Ahora entendía que en la reunión de la mañana, nuestro director comercial, nos había dicho que, hoy, no se vendía ni una caja. Que no íbamos aceptar pedidos ni para hoy, ni para el resto de semana. Era la primera vez que me mandaban “no vender” y veía a otros comerciales más seniordesvender lo previamente vendido”.

Lo que por la mañana a primera hora no tenía ningún sentido empezaba a tomar cuerpo. Y en honor a la verdad, llovió al día siguiente y continuó lloviendo toda la semana.

Nuestro director había acopiado producto de cosecha de casi dos días para sacarlo a mercado a precios espectaculares en los siguientes 3 días. Había anticipado la “escasez en el corto plazo” (debido a la falta de cosecha que habría mientras lloviera) y actuado para conseguir un premio de mercado.

Gracias al stock incluso consiguió recuperar el enfado de los clientes a los que no se les sirvió ese día. Les terminó sirviendo volúmenes considerables pero a otro precio muy diferente. Cuando ya la escasez era un hecho, los clientes sólo estaban interesados en “garantizar el servicio” (en llenar la estantería), el precio era secundario ya que todos los competidores “iban caros”.

En esa semana, se consiguió el objetivo de beneficio de la empresa correspondiente a 3 meses de actividad. Y yo aprendí, finalmente, una valiosa lección. Una sabiduría que viene siendo conocida desde el SXVII, que yo había estudiado y aprobado, pero que había pasado por mí sin dejar poso, hasta que alguien grito al teléfono: “Te lo juro está lloviendo”.