Cuando hay algo que consideramos injusto, todos, nos preguntamos el porqué y qué podríamos hacer para remediarlo. Últimamente, sólo nos preguntamos qué tendrían que hacer “los políticos” para solucionarlo.

En los años de bajos precios de los productos agrícolas constatamos la injusticia de la situación. Mientras unos siguen ganando (o perdiendo poco), los agricultores pierden dinero y se juegan su subsistencia y su medio de vida. Los agricultores se sienten indefensos. Han hecho lo que se supone que debían hacer: cultivar un producto con calidad en tiempo y forma. Y sin embargo, no son retribuidos adecuadamente por su esfuerzo.

Durante muchos años, agricultores, compañeros de trabajo, periodistas, activistas y muchos amigos me han preguntado:

  • Si el problema son los bajos precios, ¿por qué no se establecen precios mínimos de compra?

Y he respondido como buenamente he podido mientras trataba de atender la desazón o amargura del que preguntaba:

  • Estimado amigo. Ojalá pudiéramos solucionar problemas complejos con soluciones sencillas. Si queremos conseguir que nos paguen un mejor precio por nuestros productos difícilmente lo conseguiremos con la imposición de un control de precios.-
  • Pero ¿por qué no? – Solían insistir mis interlocutores.

Y a partir de aquí es cuando el tema se complica. A ver si consigo dar una respuesta accesible para todo el mundo.

El problema no es nuevo. De hecho, este caso de los precios agrícolas, es muy antiguo. No me voy a remontar al siglo XVII para hablar del señor King (ya lo hice en este artículo para el que tenga curiosidad) pero sí os diré que el tema ha sido recurrente. Incluso los iniciales principios de la PAC (Política Agraria Común) de la CEE (Comunidad Económica Europea) estaban construidos sobre el control de precios agrícolas para proporcionar “alimentos abundantes y baratos mientras se garantizaban las rentas de los agricultores”.

Entonces, ¿qué ha pasado?

Empecemos por un poco de teoría económica básica. “El mercado” es una abstracción que incluye las decisiones de compra de todos nosotros. Nos quejamos del mercado pero el mercado somos todos.

Los consumidores pueden compartir que sea una injusticia que los agricultores no reciban suficiente dinero por sus productos, pero en el momento de compra (en bienes de tipo normal y especialmente en commodities) los consumidores compran al precio más barato posible. Los consumidores (es decir, todos nosotros o la mayoría) están más interesados en llegar fin de mes, ahorrar o pagar menos para comprarse otras cosas que en “ayudar a la causa de la agricultura”.

Y siendo así, los mercados los pintamos (para entenderlos) con unas reglas muy sencillas. Oferta (lo que producimos), Demanda (lo que compramos), Precio y Cantidad. Allí dónde se equilibra (libremente y sin intervención) la oferta con la demanda, nos da un Precio y una Cantidad dada. (Ver gráfico)

Pero qué pasa cuando los poderes públicos intervienen el mercado poniendo un control de precios mínimos. Aquí llega al rescate el economista de referencia Gregory Mankiw con su conocido de libro de Principios de Economía para ilustrarnos al respecto.

Mankiw nos dice que cuando un Gobierno establece un precio mínimo, puede haber dos resultados:

  • Si el precio mínimo es menor que el precio de equilibrio, esta imposición, no afectará al mercado. Nada cambia. No influye en compradores y vendedores.
  • Si el precio mínimo es mayor que el precio de equilibrio, sí afectará al mercado. A continuación analizamos cómo.

El control de precio mínimo evita que la oferta y la demanda alcancen el equilibrio en un precio más bajo y una cantidad más alta. Es decir, que cuando el precio del mercado llega al precio mínimo, no puede seguir bajando y se reduce el consumo de ese bien generando un exceso de oferta en el corto plazo. (Ver gráfico)

Evidentemente, el interés de los agricultores será recibir un precio superior al del equilibrio del mercado. Y lo “lógico” sería buscar ese precio mínimo superior. De la forma en que he pintado el gráfico anterior (con una determinada inclinación de las líneas de oferta y demanda) se da la circunstancia de que los agricultores saldrían claramente ganando con este control.

Aun vendiendo menos, los ingresos pasarían a ser 910€  (nuevo precio de 14€ X nueva cantidad vendida de 65 ud.) frente al resultado de equilibrio 750€ (Precio equilibrio de 10 x Cantidad de equilibrio de 75 ud.).

Desafortunadamente, esto ya se ensayó en la PAC Europea (sobre todo en cereales y otros commodities agrícolas) y lo siguiente es un resumen de los problemas que se crearon con el control de precios:

  • Muchos más agricultores se sintieron atraídos a cultivar los productos con estos precios mínimos garantizados generando aún más exceso de producción y para evitarlo los gobiernos instaurarían posteriormente un control de acceso al cultivo de este producto (para los familiarizados con la PAC dando lugar más tardes a los famosos “derechos históricos”).
  • Cuando a pesar del control de acceso el excedente de los agricultores con derechos se constató como inmanejable, se implantaron las cuotas de producción. Es decir, sólo habrá precio mínimo garantizado para una determinada cantidad máxima e incluso multas por producir de más. El mundo al revés: “Si eres eficiente y buen agricultor el sistema te penaliza”.
  • ¿Y qué se hace con los excedentes? Por lo pronto obligar a que tus consumidores te compren el producto a ti. Hay que cerrar el acceso al mercado a otros productores de fuera del territorio. Pero como aún no podemos comernos todo lo que producimos, se instala un sistema de ayudas a la exportación para competir en los mercados mundiales y de esta manera hundimos los precios de los agricultores del resto del mundo.

Y esta es la razón de que, en las sucesivas rondas de la Organización Mundial del Comercio, se han venido limitando, restringiendo y prohibiendo muchas de estas prácticas.

Así que no va a ocurrir. Dejémonos de debates inútiles que nos distraen de lo principal. Elevar el precio que nos pagan por nuestros productos requiere, sobretodo, que elevemos el valor percibido por los consumidores del producto cultivado por los agricultores y por tener cierto poder de negociación.

Incluso cuando, como en esta noticia de Francia (ver enlace), los políticos abogan por un control de precios se hará de tal manera que el impacto de la medida será inferior al precio actual de equilibrio o directamente será declarado contrario a derecho. Es decir, nunca llegará a tener ningún efecto real en los ingresos de los agricultores (o puede que uno muy negativo).