Hace unas fechas participé en un evento empresarial que presentaba una conocida periodista de nuestro país. Preparábamos la mesa redonda repasando los temas sobre los que se suscitarían las preguntas, hasta que uno de nosotros sacó el tema.

  • Querida —, los medios de comunicación y sus profesionales tenéis que ayudarnos (al sector agrícola en general).

La respuesta de la periodista fue de libro. Nos dio una lección (en muy pocas palabras) del ejercicio de su profesión y de la situación del nuestro:

  • Estimado —, los periodistas somos el canal de comunicación. Nos limitamos a conocer el hecho noticiable y a procesarlo para acercarlo al público. El problema es que el sector agrícola “se vende” muy mal o peor, ni siquiera “se vende”.

Y eso fue todo. Nada más y nada menos. Y es que tiene toda la razón. Para construir una imagen del sector es necesario definir el mensaje.

Unos quieren aparecer como “tradición”, otros como “modernos” y otros quieren que el énfasis se haga en las propiedades nutricionales o saludables de los productos.

Mientras tanto, al no adoptar ninguna estrategia (ni mensaje), la imagen que se construye es la que otros nos hacen. Pues bien, estamos perdiendo la batalla de la opinión pública.

No hace tanto, todo el mundo presumía de ser de pueblo. Incluso los urbanitas más recalcitrantes admitían el valor de lo rural y el esfuerzo de sus gentes en el campo.

Y parece que las tornas empiezan a cambiar. Cada día hay más gente que no sabe nada del campo. No saben de dónde vienen los alimentos, ni como se cultivan. De hecho, se han creado las llamadas “granjas escuela” para que los pulcrísimos niños urbanitas perciban (un par de veces en su edad escolar) al mundo rural.

Y claro, se va perdiendo el vínculo emocional. Y ahí es donde se pierde “la partida” de la comunicación. Cada día, encuentro más gente que nos percibe como unos catetos con sombrero de paja (o peor, de boina “atascá”) que no paran de pedir.farming

En una sociedad con crisis, necesidades y paro, muchos, empiezan a vernos como unos llorones pedigüeños. Siempre quejándonos de los precios, derramando leche o tirando fruta (Pues, estas, son las únicas veces que nos ven por la tele).

Por repetición, los hemos insensibilizado a nuestras demandas y como no tienen otra referencia, el estrambote y el tipismo van calando. Últimamente, incluso el lobby ecologista va a la contra. En vez de “guardianes de la naturaleza” en el mundo rural, somos los brutos de pueblo que fumigan cultivos alterando el “equilibrio natural”.

Ya no es sólo que la pérdida de prestigio nos dificulte el negocio, es también que impide el recambio generacional. Si este sector no es prestigioso, sino que además es “culpable” (de vete tú a saber qué…), ¿quién va a querer trabajar en él? (encima de lo mal que pagan).

Es más necesaria que nunca una dignificación del oficio. Y esta batalla nos corresponde a todos. Ya sé que estamos cansados… de pelear con molinos de viento (precios, malas cosechas, costes, etc.) pero esta batalla es ineludible. Es la principal.

Y últimamente he visto un rayito de esperanza. Resulta que, tras mi reciente incursión en redes sociales, unos pocos jóvenes,  pequeñas empresas de comunicación y profesionales experimentados se han lanzado a “combatir” como si les fuera la vida en ello.

Mi reconocimiento desde aquí y aunque no los menciono (por temor a olvidar alguno), creo que ellos sabrán reconocerse.