Estimados lectores hoy toca academia… y además inicio un serial. En este caso, pretendo caracterizar el sector hortofrutícola partiendo de las características básicas que se otorgan a la actividad agrícola, en general, para poder resaltar las diferencias. Y como cada vez que me pongo en plan académico, me surge la duda de si lograré ser, también, didáctico. Ahí vamos…

Los productos agrarios (entre ellos los hortofrutícolas) han sido considerados,  históricamente, como los que más se acercan a la modelización de mercado que se conoce como Competencia Perfecta.

Las razones que se aducen para su adopción como modelo de referencia del sector son que: existen muchos vendedores (los agricultores) y muchos compradores (los consumidores) y el producto es generalmente homogéneo (aparte de que la existencia de marcas es limitada).

Pero volvamos atrás para conocer exactamente qué es un mercado en Competencia Perfecta para conocer sus implicaciones sobre los productos hortofrutícolas.

Para que haya competencia perfecta se deben cumplir los siguientes requisitos:

  • Producto homogéneo. Incluso si el producto no es exactamente homogéneo se asume que los compradores no perciben las diferencias de un mismo producto y por lo tanto, consideran que el producto ofertado por un vendedor es análogo al de otro.
  • El número de compradores y vendedores es elevado. La clave de cumplimiento de esta condición no es cuantos compradores y vendedores se consideran un número elevado, sino que al ser la cantidad demanda y ofertada (de cada uno de ellos) pequeña respecto del total, ningún comprador o vendedor tiene capacidad para influir en el precio.
  • Existe transparencia en el mercado. Los compradores y vendedores conocen, respectivamente, las cantidades ofertadas y demandadas y los precios de cierre de las operaciones de compra-venta.
  • Libertad de entrada y salida del mercado de compradores y vendedores. Equivalente a movilidad de bienes y factores de producción.
  • No existe intervención pública ni otras restricciones al movimiento de precios al alza o a la baja. Libre mercado.

El precio de mercado resultante, en esta situación, será una consecuencia de las actuaciones individuales de compradores y vendedores. Con el tiempo suficiente se alcanza un precio de equilibrio único para todos compradores y vendedores.

La realidad de la formación de precios es mucho más compleja, pero la modelización de la Competencia Perfecta nos da un punto de partida para comprender y analizar las desviaciones sobre el modelo y sus consecuencias.

Desmontando la Competencia Perfecta en el comercio hortofrutícola

homogeneidad

En la hortofruticultura, al igual que el resto de los productos agrícolas, las implicaciones de la Competencia Perfecta están subyacentes en cada una de las transacciones como una música o como un ritmo de fondo. Mientras, todos los integrantes de la cadena de valor intentamos variar el ritmo de esta música para hacerla sonar bien a nuestros oídos.

Es decir,  que todos tratamos poner impedimentos o propiciar el cumplimiento de las condiciones del modelo que veíamos antes, para mejorar los precios alcanzados o evitar un precio único de equilibrio.

A continuación vamos a desgranar cada una de las condiciones del modelo para ver como los integrantes de la cadena de valor juegan a evitar o propiciar el cumplimiento del modelo.

La homogeneidad del producto es un factor en las manos de los productores y por lo tanto, son los primeros que tienen capacidad para alterarlo y evitar la fatalidad de su cumplimiento. Por ejemplo, los agricultores escogen variedades diferenciadas de cada producto, entre otras razones para evitar ser percibidos como iguales.

Aunque, son las condiciones naturales del cultivo las que más influencia tienen en la falta de homogeneidad de frutas y hortalizas. Los calibres, los defectos, la coloración, la maduración de las frutas y hortalizas provocadas por las condiciones de cultivo definen a los productos.

Estos últimos factores, son los ingredientes principales de lo que se conoce como calidad. La percepción de la calidad por los clientes y/o consumidores genera categorías de venta que, en esencia, separa mercados (segmenta consumidores/clientes) para el mismo producto con cada categoría de calidad diferente.

Este proceso de categorizar los productos, según parámetros más o menos objetivos, se conoce como normalización. La normalización es un intento de homogeneización en los que han estado interesadas las autoridades públicas y los distribuidores.  Las autoridades públicas en la búsqueda de que la transparencia del mercado ayude a evitar la percepción de fraude en que puedan ser responsables subsidiarios y los distribuidores como reflejo de los gustos de los consumidores.

Evidentemente, desde este punto de vista, se generan mercados (intersección de oferta y demanda) separados para cada categoría cumpliendo la condición del modelo y generando precios de equilibrio para cada categoría en vez de para cada producto.

Estos precios de equilibrio no son independientes entre sí, sino que hay un alto grado de dependencia entre las categorías. El precio de una categoría va a influir en los de las demás.

Una de las razones para la interdependencia, es el grado de sustituibilidad entre las distintas categorías (incluso entre productos análogos de la misma especie vegetal o de otra especie con los mismos usos).

Esta primera condición de cumplimiento del modelo se enuncia como de homogeneidad del producto, en tanto en cuanto que un producto homogéneo es perfectamente sustituible. Cuando esta sustituibilidad es total nos encontraríamos en la situación de Competencia Perfecta. (Ej. Si no tienes manzanas Royal Gala le compro a otro vendedor manzanas Granny Smith. Y llevado al extremo: si no hay manzanas compro peras)

En un lenguaje un poco más técnico: cuando los productos son muy sustitutivos, la curva de demanda de cada uno de los productos es muy elástica. Por lo tanto, un aumento de precio determinará una fuerte disminución de la demanda.

Está claro que la sustituibilidad no es completa en los productos hortofrutícolas en ninguno de los casos.  Pero el grado de sustituibilidad, a su vez,  va a depender de la percepción y la estrategia del comprador/distribuidor respecto del consumidor final. Es decir, que la propiedad del producto de ser sustituible (y el grado en que lo es), es diferente para cada comprador.

Por regla general, los compradores intentarán comprar los productos que consideran sustitutivos de otros vendedores ante un aumento de precio en función de su percepción ese grado de sustituibilidad del producto. Como veíamos, esto define la elasticidad de la demanda/precio.

Los discounters, en nuestro negocio, han llegado al máximo de aplicación de esta medida. Mantienen un surtido básico que alteran ante las variaciones de precios de los mercados. No se dejan arrastrar por la típica volatilidad de los precios de las frutas y hortalizas. Se mueven fácilmente demandando el calibre más abundante del producto, relajando la calidad exigida o simplemente no ofreciendo el producto si el precio se eleva a ciertos umbrales o pierde la suficiente disponibilidad. Son los reyes de la sustituibilidad del producto y les proporciona casi siempre un precio bajo de compra.

En conclusión, a los productores/vendedores no les favorece la homogeneidad y sustituibilidad del producto pues el precio de equilibrio se alcanza rápido y será normalmente bajo. Pero como existen imponderables naturales que generan la heterogeneidad del producto, aquel que consigue más homogeneidad dentro del rango de calidad apreciada, de hecho, consigue un factor de diferenciación. Interesa, pues, ser percibido como “de calidad”; ser homogéneamente diferente y por lo tanto, poco sustituible en tanto en cuanto no sea fácil alcanzar ese grado de calidad homogénea.

A los distribuidores/compradores por otra parte, les interesa poderosamente la homogeneidad en la compra y la fácil sustituibilidad por que les permite más opciones de compra y mayor poder de negociación. Aunque, también, como a los productores, les interesa el potencial de diferenciación del producto frente a los consumidores finales.

En el próximo capítulo abordaré las demás características relevantes del Modelo de Competencia Perfecta.