Para los que somos hijos de pequeños agricultores del llamado modelo de agricultura familiar esta pregunta lleva una carga emocional importante. En mi caso y el de muchos, el éxito de este tipo de agricultura en un momento histórico de España, nos ha posibilitado una escalera social que era inimaginable para nuestros padres o abuelos.

Mi familia prosperó con una pequeña explotación familiar en un modelo cooperativo, junto a otros esforzadísimos agricultores para los que no había vacaciones ni fines de semana. Todo el mundo tenía que arrimar el hombro a cambio de conseguir un futuro y algunos de nosotros incluso una titulación universitaria. Por eso es doloroso percibir el deterioro de las condiciones competitivas de los pequeños agricultores. El modelo que ha demostrado una utilidad social innegable está en crisis y hay una genuina preocupación sobre donde acaba todo esto.

El tema se ha vuelto de gran actualidad en la actual situación de la hortofruticultura, pero quizás os sorprenda saber que el debate sobre si es mejor un modelo de grandes o pequeños agricultores es tan antiguo como el propio estudio de la economía como ciencia. Desde el siglo XVII, los grandes economistas clásicos ingleses como David Ricardo, John Stuart Mill o Adam Smith, los fisiócratas franceses como Quesnay o Mirabeau y otros como von Thünen trataron ampliamente el tema.

Sorprende que tanto tiempo después le estemos dando vueltas a las mismas preguntas, o no tanto. Para tener un sector sano es necesario que podamos incrementar productividades en el tiempo mediante la intensificación o la incorporación de nuevas técnicas y tecnologías. Para conseguir estas mejoras los agricultores necesitan estar trabajando con economías de escala que les permitan generar los recursos necesarios. Si se ven atrapados en un tamaño de explotación no eficiente, no generaran los recursos suficientes y no podrán seguir compitiendo.

Por otra parte, las grandes explotaciones tampoco tienen todas las de ganar. Hemos aprendido que el tamaño también se ve limitado por la aparición de deseconomías de escala, especialmente en productos susceptibles de intensificación. La gran explotación concentra riesgos. A grandes tamaños, grandes errores. Apelando a otro gran economista de la época antigua, Gregory King, las crisis recurrentes que predice su ley (Ley de King) parecen ser soportadas mejor por una amplia estructura de agricultores.

Rescatando la visión de Adam Smith sobre impacto en la salud social de la estructura de la producción, hoy se cuestiona, análogamente, el efecto sobre la distribución de la riqueza en la sociedad de los grandes propietarios frente a la que crea la propiedad distribuida de los pequeños agricultores. Y, cómo no, se cuestiona a ambos modelos, el de pequeños y grandes, por deficiencias en su sostenibilidad. El debate está abierto y puede que el camino medio que proponía Smith, en este caso aplicado a la hortofruticultura, tenga un interés para el estudio por su posible superior viabilidad.

El debate se ha polarizado entre grandes y pequeños, pero creo que vale la pena añadir ese escalón intermedio que proponía Smith para el análisis de la situación en hortofruticultura, los agricultores de tamaño medio. De esta manera y recapitulando de lo anterior, aunque la clasificación de qué es un agricultor pequeño, mediano y grande varía según el producto y la tecnología agraria aplicable, reformulo la pregunta del título:

¿Qué tamaño de explotación (grande, mediana, pequeña) protagonizará la hortofruticultura los próximos años? y ¿Por qué?

Os recuerdo que seguiré planteando preguntas con periodicidad semanal sobre diversa temática que planeo incluir en un próximo libro dedicado al negocio hortofrutícola.

Podéis dejar mensaje/respuesta en la herramienta de contacto del blog o en mi email personal: daviddelpinorodriguez@gmail.com
Y también en el hilo de X (antes Twitter): @_DavidDelPino o en el mensaje de Linkedin: https://www.linkedin.com/in/daviddelpinorodriguez/