En el pasado Post os hacía varias preguntas que, en esencia, tratan el mismo tema:

  • ¿Cuáles son los motivos que llevan a los profesionales a abandonar el sector?
  • ¿Cuáles las cosas de nuestro negocio que repelen a los observadores externos (amigos, parejas, familia)?
  • ¿Cuales son los elementos de esa selección Darwiniana que expulsa a algunos y nos engancha a otros?

Siendo el artículo que menos interacción pública ha tenido, os sorprenderá saber que me ha permitido algunos intercambios privados (mensajes al móvil, email directo, mensaje privado en RRSS) de gran calidad y profundidad. Supongo que es más fácil hablar de manera directa y en confianza de estos temas. En público fácilmente se puede malentender como queja a empleadores o llorera por debilidad. Y nada más lejos de la realidad.

Hemos de reconocer que el nuestro es un negocio sufrido que parece ir, hoy más que nunca, en contra del signo de los tiempos. En ese sentido, muchos mencionáis la ausencia de reemplazo generacional. La sociedad y sus nuevos integrantes valoran negativamente las exigencias del sector. Las largas jornadas laborales, la dificultad de compatibilizar el negocio con una vida familiar ordenada, las permanentes urgencias, la incertidumbre, la baja rentabilidad, los bajos sueldos y un largo etcétera explican bien la falta de cantera en el sector.

Y sin embargo, todo lo anterior no es algo nuevo. Recuerdo una de mis primeras entrevistas de trabajo tras terminar mis estudios universitarios hace ya más de 28 años. Durante la entrevista, el propietario de la empresa citrícola me hizo jocosamente una pregunta que inicialmente me ofendió y que más tarde he ido asimilando. ¿Tiene usted un historial de enfermedad mental en su familia? Tras mi sorpresa y estupor el empresario procedió a aclararlo. Joven, en este negocio “da puntos” estar un poco loco.

El sector está formado por una mayoría de personas que son bastante especiales. No están locos, pero algo hay. Son el tipo de personas que ponen en riesgo su estabilidad emocional, mental y personal afrontando los enormes retos que te plantea el negocio día a día. De hecho, al contrario de lo que pareciera, tener estas capacidades nos informa de una salud y fortaleza mental fuera de la media habitual.

Lo cual nos lleva al porqué. Si se paga ese precio, ¿por qué sigues en este negocio? Un compañero de trabajo lo resumía con un chascarrillo que no me quito de la cabeza cada vez que hay problemas graves. A los que en algún momento maldecíamos nuestra suerte y nos preguntábamos qué narices hacíamos trabajando en este negocio de locos, mi compañero respondía con la surrealista: “anda hombre, ¿dónde vas a ir que estés peor que aquí?”

Mezclado con el sufrimiento hay una adictiva experiencia de afrontar lo desconocido cada día. Hay un cierto sentimiento épico (y quizás también enfermizo) de sobreponerte y sobrevivir cada día. De dar lo mejor de ti mismo cuando peor están las cosas. Cada mañana es una reedición de la famosa escena de la película Apocalypse Now: “¿Hueles eso? ¿Lo hueles, verdad? Es Napalm. Nada del mundo huele como eso. Me gusta el olor a Napalm por la mañana”. (Aquí el corte de la película para aquellos que no la conozcan)

«Vosotros también lo oléis, ¿verdad? Nada huele como una crisis hortofrutícola por la mañana»… Con mi respeto y aprecio a los profesionales del sector.

Os recuerdo que seguiré planteando preguntas con periodicidad semanal sobre diversa temática que planeo incluir en un próximo libro dedicado al negocio hortofrutícola.
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